#ElPerúQueQueremos

El nobel y el dictador

Publicado: 2012-05-11

Si hay algo que puedo notar con cierta decepción  a través de las redes sociales es el poco reconocimiento de los peruanos a nuestro intelectual más célebre: Mario Vargas Llosa. Y sin embargo leo también entre líneas que silenciosa o tácitamente se engrandece en contraparte a Alberto Fujimori, citándolo como un presidente de los pobres, un magnánimo y una especie de reivindicador social. Ambos conforman un binomio sobre el que se descargan iras y pasiones de todos los tipos.

¿Pero a qué se debe esto? ¿Por qué en el Perú tanta gente engrandece a Fujimori y otros tantos desprecian a Vargas Llosa? ¿Por qué en el Perú se enaltece a un dictador y se desmerece a un Nobel?

En parte escribo este post tratando de responderme a mí mismo estas interrogantes que tienen un alcance de implicaciones más allá de las aparentes.

Primero,  el odio del peruano a Vargas Llosa proviene ya de muchas décadas atrás. Su defensa del liberalismo político, social y económico no es de la comunión de muchos peruanos. Los insultos que más recuerdo contra él en las redes sociales y en blogs  es que es un  agente del imperialismo, un vendido, un neoconservador, un extremista del neoliberalismo, un traidor a la patria, un enemigo de los pobres, un inhumano y creo que nada más injusto y vil. Estas acusaciones son tomadas básicamente del imaginario colectivo, como un estigma sin justificación. Es costumbre en Latinoamérica catalogar y denostar gratuitamente. En su defensa debo decir que basta leer sus libros para saber lo que es amar al Perú. En ellos con frecuencia cita escenarios peruanos, desentraña nuestra idiosincrasia con una descripción magistral del Perú pobre y clasemediero. Basta leer El pez en el agua para entender esa frustración que le generó haber perdido las elecciones del 90. La de Vargas Llosa responde no a una ideología totalitaria sino a una convicción moral de los problemas que afectan a la humanidad.

Sin embargo se le juzga en la red con un odio escondido y un ensañamiento malsano contra el que más bien debería ser la figura más celebrada, el peruano más egregio de todos los tiempos. Basta que se atreva el nobel a referirse a alguna de sus posiciones sobre corrida de toros, libertad religiosa o cultura  para que se generen los insultos más groseros y despreciables. Un símbolo mismo de lo que es el peruano.  Cada quien juzgando al otro desde su propia mediocridad. El pueblo pues parece que lo odia, porque le hace recordar su ignorancia (tal como dijo Bayly en algún artículo).

En cambio contra Fujimori pesan acusaciones concretas, es un reo juzgado y sentenciado ya por la justicia peruana. No hay objeciones contra eso. Es, entiéndase bien, un  ladrón y un asesino. Perpetró una maquinaria paramilitar oscura para frenar el terrorismo, se compró descaradamente la opinión pública, institucionalizó la corrupción  desde el mismo Estado y desfalcó el tesoro público más que ningún otro gobierno en la historia del Perú.

El amor hacia Fujimori, que no es difícil de entender, es consecuencia de un absoluto sistema populista de dádivas y regalos desarrollado durante su gobierno. Víveres al pobre, canastas, discurso populista. Ese es en este país, lamentablemente el precio de la simpatía popular. . Pero al menos existe un grueso que lo condena como lo que es, el destructor de la democracia, el corrupto más grande del Perú republicano. Y también otra gran masa, debo decir de ciudadanos pobres e incultos (eso no es un misterio ni una ofensa) que valora los logros de su gobierno aunque eso haya significado la destrucción de la institucionalidad democrática y la proliferación de la corrupción, el envilecimiento y la carroña política. Este envilecimiento se contagió a diversos ámbitos de la sociedad e influyó sobre el modo de hacer política. Exaltar a Fujimori no es más que justificar la corrupción y el robo desde el propio Estado. Equivale a respaldar la idea de que cualquier otro gobernante puede robar, pero que haga obras. Idiosincracia malsana que sin ninguna duda hoy compone la opinión del ciudadano. Una herencia del fujimorato.

No es una cuestión trivial o insustancial. Es un hecho gravitante que define una posición frente al modo de entender la política, el rol de Estado y la vida social misma.


Escrito por

Franco G. Arroyo

Estudio economía, pero voy a comentar de todo: Actualidad, politica, música, deportes , cine.Trataré de ser entretenido, pero sobre todo pasional , no esperen objetividad :D


Publicado en

Palabras más, Palabras menos

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